Ser madre y padre a la vez es una ardua labor, más cuando no se cuenta con una fuente de empleo formal o sostenible. A temprana edad, Elena Tavares se convirtió en tutora de sus tres hermanos. La falta de recursos la hacía responsabilizarse de la estética de ellos. De ahí toma la decisión de dedicarse al negocio de la belleza, uniéndose al 57.1% de personas que se dedican al comercio informal en República Dominicana.
Inicios
Con un presupuesto de RD$700.00 y un secador que le regaló su hermana, Elena inició su oficio como estilista. Elena es madre soltera. Procreó tres hijas, de las cuales dos son sus empleadas. Se combinan para salir adelante a pesar de las vicisitudes y desventajas del negocio informal. En la mañana, mientras sus dos hijas están en la universidad, Elena se encarga del centro de belleza y la casa.
Los salones de belleza y peluquerías son un factor común en RD y el Caribe. Según el informe de Gerald Murray y la socióloga Marina Ortíz, en su libro “Pelo bueno, pelo malo: estudio antropológico de los salones de belleza en República Dominicana”, en el país existen alrededor de 55,000 centros de belleza. Y no hay dudas de que este mercado es dominado por la participación femenina creando aproximadamente 150,000 empleos directos, cita el informe.
Según la Encuesta Nacional de la Fuerza de Trabajo realizada en el 2012, el 57.1% de los empleos generados en el país son informales, mientras que el 42.9% restante compete a los formales.
“Trabajaba en una casa de familia casi a tiempo completo, luego en una tienda. Con los RD$80.00 que me pagaban en la tienda, tenía que cubrir los gastos de la casa, comida, pasaje, además de pagar RD$60.00 de alquiler de casa cada mes. No sé cómo lo hacía, sólo sé que tenía que hacerlo, y bien”, explica Elena.
Su juventud fue muy difícil. En esta etapa tuvo que luchar contra las precariedades económicas.
“Un día fui a llevar a mi hermano al peluquero, pero él no estaba y lo llevé a un salón en Capotillo, el barrio donde vivía. Cuando llegué, un señor estaba enseñando a la estilista cómo utilizar la tijera en el corte varonil. Me quedé observando desde mi asiento, y con sólo 16 años acaté la técnica de manera casi empírica y muy natural. Desde entonces comencé a tomar prácticas con mis hermanos. Al principio no lo vi como fuente de empleo, sino como una manera de ahorrarme esos ‘chelitos’ ”.
Entre risas y pesadumbre, comenta que recortaba gratis en el frente de su casa. Pasados tres meses de práctica gratuita, las necesidades económicas causadas por el desempleo y la responsabilidad de ser el sostén de sus parientes, decide reunirse con quienes se habían beneficiado de su praxis. Acordó cobrar RD$10.00 por cabeza, ellos sin vacilar aceptaron. El escenario y las herramientas estaban dadas: Su domicilio, una lona, una ponchera con agua y un par de tijeras.
Madre emprendedora
“Comenzamos ayudando a mami cuando teníamos unos 12 o 13 años. Al principio sólo lavabamos la cabeza y cobrábamos RD$50.00. Algunos clientes al ver nuestra corta edad dudaban de nuestro desempeño en el proceso, pero al ver los resultados ya hasta les gustaba que las atendieramos nosotras. Luego fuimos haciendo rolos, y tímidamente utilizando el secador de pelo”, explican Katherine y Karina con una marcada felicidad en su rostro.
Tienen una manera muy particular de administrarse. Tal como si fuera un negocio formal, cuentan con una hoja de control. Ahí registran y dividen el trabajo de cada día, para luego repartir el dinero.
Mercado en números
Trabajo en cifras
Los aportes del mercado laboral informal son de vital importancia en la actividad económica del país, como es el caso del centro de belleza de Elena, que hace 25 años comenzó una tarea que hasta hoy le suple el pan de cada día.
A ese salón de belleza es que yo voy, puedo dar fe y testimonio, arreglan bastante bien, es lo máximo.
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